Los papás y el fútbol de los
hijos
“Nos han robado un gol” le informa por
teléfono, indignada, una madre enfundada en un voluminoso y brillante anorak de
plumas a su interlocutor. Acto seguido, le pasa el móvil a su hijo quien, como
si fuera un mantra, le repite al interlocutor (que deduzco debe de ser el
padre) que, efectivamente, “los otros”, les “han robado” un gol.
Los
“otros” son el equipo de fútbol-sala de mi hijo de doce años del cual,
obviamente, soy fan incondicional. Ese día ganaron un partido la mar de
emocionante, donde un decisivo gol de portería a portería pudo o no haber
entrado (el árbitro lo dio por bueno). El equipo de fútbol-sala de mi hijo gana
unas veces, empata otras y, naturalmente, también pierde, pero ni en este
último ni en ninguno de los otros casos se me ocurriría decir que “nos han
robado” goles ni cosas parecidas.
La falta de deportividad y el mal
comportamiento de algunos padres en los partidos de fútbol (u otros deportes)
donde participan sus retoños es de sobra conocido. Gritos a los niños (propios
y contrarios), insultos al árbitro y al entrenador, palabrotas… Pero
parece ser que el tema se está desbocando en los últimos años (o quizás, es que
se habla más de ello), y se está pasando de los siempre desagradables ataques
verbales a los ataques físicos. Hace unos días, en León, un padre de un equipo
de pre-benjamines (6-7 años) le dio una
paliza al árbitro, mandándolo al
hospital. El árbitro tenía 16 años. ¿Algo excepcional? No. En la crónica del
suceso en la web sportleon.com se explica asimismo cómo, la jornada anterior;
“tres colegiados tuvieron que refugiarse en los vestuarios hasta que llegó la
Policía a salvarlos de quienes trataban de agredirles”.
La violencia en el fútbol profesional es
un problema reconocido y existen campañas a nivel internacional para
promocionar el fair-play (el juego limpio), tanto dentro como fuera del campo.
Pero quizás lo más eficaz sería empezar a promocionarlo desde las canchas de
los más pequeños, en unas etapas en las que se aprende todo más fácilmente. Es
lo que ha hecho la asociación juvenil la Rotllana, en Badalona, que ha montado una liga de barrio con
una peculiaridad: se valoran los goles pero también, el juego limpio. De hecho, el fair-play tiene
el mismo valor en relación a puntuación en la liga que un partido ganado o
empatado.
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“Quisimos que no sólo se tuvieran en cuenta la competitividad sino también
el fair-play. Dentro de este se valoran el respeto al árbitro, al rival y a
los propios miembros del equipo; la puntualidad, la participación dentro de la
liga de fútbol y el tema del juego colectivo”.